lunes, 7 de junio de 2010

Reflexiones sobre Formación y Compromiso

Formar o trabajar desde este modelo supone asumir lo paradójico a la hora de instrumentalizar los recursos o las actuaciones. A veces no es fácil que se entienda tanto por el grupo, como por la institución que organiza, las técnicas u estrategias empleadas para promover iniciativas, proyectos o propuestas creativas.

El deseo de modificar o querer cambiar actitudes, metodologías o estar abiertos a nuevas posibilidades, coexiste contradictoriamente con la resistencia a lo nuevo. Levanta demasiados temores y ansiedades que hay que superar para poder transformar la tendencia al inmovilismo, y que empieza por saber reconocerlo y explicitarlo.

Al grupo de formación puedes devolverle en el momento adecuado las estrategias metodológicas que has utilizado y que pueda evaluarla y analizarla, e incluso se debe explicitar en el comienzo de constitución del propio grupo, para no levantar falsas expectativas, tus formas de actuar y tus intenciones y objetivos para que exista verdadera coherencia. Mayor dificultad supone en bastantes ocasiones, dar a conocer y ser entendido y apoyado por la propia administración que te contrata.

Sería muy conveniente que técnicos o agentes y políticos se sentaran en la misma mesa para conocer y debatir este modelo que, efectivamente, no es aséptico. Es una opción, una posición frente a la sociedad, a sus valores.

Es una apuesta, un compromiso ético a favor de la participación y de la democracia, de la igualdad de oportunidades, del pensar y actuar, a favor de un mundo más justo y solidario.

La paradoja está en que este modelo a veces supone una transgresión en la medida que pones en tela de juício lo existente, un cuestionamiento de lo establecido, ya que se tiende a normalizar demasiado cuales son los procedimientos correctos, admisibles y excluyentes.

Pero este modelo nos puede permitir romper con la tendencia a la repetición y a la identificación proyectiva de defensa ante un supuesto “ataque” a la institución.

Como si la crítica y el cuestionamiento no fueran los elementos más democráticos de que disponemos. Y como si la “intencionalidad” no pudiera ser para mejorar y avanzar, un indicador de la realidad que permita enriquecer la planificación.

O que el proceso de tomar decisiones puede ser permanente y revocable, así como transparente, sin esa obsesión por la rigidez y la repetición. Se trata de poder desarrollar y facilitar el potencial productivo y creativo y valorar la experiencia que también tenemos en Andalucía.

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